En muchas tradiciones religiosas las diosas se representan en estatuas e íconos. Pero en Nepal viven y respiran, y toman la forma de niñas, a las que se conoce como kumari: niña virgen.
Durante siglos los hindúes y los budistas de todo el valle de Katmandú adoraron a estas jóvenes a las que creen poseídas por la diosa hindú Taleju
La perfección, la pureza del alma y del corazón son algunos de los requisitos fundamentales para convertirse en una deidad viviente a una edad muy temprana
No pueden asistir a la escuela, sólo se les permite comunicarse con unos pocos selectos. Tampoco tienen permiso para caminar por el suelo fuera del templo de adoración donde residen
El deber de una kumari es proteger a la ciudad. Se cree que la tradición comenzó alrededor del siglo XII. Su reinado dura unos pocos años, hasta que tiene su primera menstruación
Es entonces cuando Taleju deja su cuerpo y empieza la búsqueda de otra niña virgen. La herida sangrante la desacraliza, ya que se piensa que la diosa se escaparía por él
Para muchas kumaris, el cambio de deidad a mortal puede resultar traumatizante. Después de años de aislamiento, debe aprender a hacer amigos, andar por las calles e ir a la escuela
Las kumaris viven confinadas en templos donde sus familia se encargan de cuidarlas. Su confinamiento llevó a organizaciones defensoras de derechos humanos a denunciar la situación