La historia del héroe de Malvinas que lucha por los derechos de los excombatientes

Hace 40 años, Fabián Volonté fue convocado a pelear en la guerra de Malvinas y hasta el día de hoy defiende los derechos de los héroes de Malvinas.

Fabián Volonté fue a Malvinas y desde entonces lucha por el reconocimiento de los derechos de los ex combatientes.
Fabián Volonté fue a Malvinas y desde entonces lucha por el reconocimiento de los derechos de los ex combatientes. Foto: Fabián Volonté

Cuando todavía no se hablaba de la guerra, Fabián Volonté, de 18 años, estudiaba en la Escuela Técnica N° 8, ubicada en la avenida Lacarra al 500, Ciudad de Buenos Aires. Desde los 15, sus tardes las pasó en el taller mecánico que su papá tenía en el barrio de Flores, un galpón que, años atrás, supo funcionar como caballeriza de una conocida sodería.

Era de noche, Fabián llegó a su casa, llovía. Se bajó del colectivo que lo dejaba en Lomas del Mirador, donde vivía con su familia y caminó las cinco cuadras que lo alejaban de la General Paz. Cenaron todos a la mesa: mamá, papá y hermana. Daniel, su hermano siete años más grande, ya no vivía con ellos. “¡Tomamos Malvinas! ¡Argentinos a vencer!”, anunciaba la televisión.

Mi vieja se largó a llorar, se levantó y se fue. Habíamos discutido. Me acuerdo de haberme quejado de que no se podía comer tranquilo. Pero las caras de todos eran diferentes esa noche”, recuerda Fabián.

“Lo que pasa es que te llamaron. Y atendió tu mamá”, largó su papá en medio del silencio. Fabián había sido convocado a combatir en Malvinas y su mamá lo había negado. En aquella época negarse lo convertía en desertor. Complicaciones para trabajar, detención. Fabián estaba aterrado. Durante su año de servicio militar, patrulló, presenció capturas de desertores y sabía lo que pasaba con ellos.

A las tres de la mañana el teléfono volvió a sonar. Esta vez, Fabián fue quien se adelantó a contestar. Toda la familia estaba despierta; del otro lado, la voz del suboficial que lo tuvo a cargo, informándole que se debía presentar a las ocho de la mañana en el cuartel, para recibir instrucciones.

Fabián tomó fotos con su cámara que pudo traer entre su ropa.
Fabián tomó fotos con su cámara que pudo traer entre su ropa. Foto: Fabián Volonté

Fabián y su papá se levantaron temprano, desayunaron juntos. Su padre insistió hasta último momento en acompañarlo, lo llevó hasta Liniers y el 34 lo dejó en Palermo.

En el cuartel, lo esperaban, en su misma situación, poco más de una centena de sus compañeros. Luego de entregar sus documentos, le avisaron que volvía a ser reincorporado. Después de escuchar esa frase, todo pasó muy rápido. a los 20 minutos tenía puesta la ropa verde, una bolsa para dejar la de civil, retiró su fusil y el casco.

El comunicado que le cambió la vida para siempre a los jóvenes que fueron a Malvinas

El 12 de abril recibieron la comunicación que cambiaría sus vidas para siempre: el General Yoffre, jefe de la décima brigada, ofreció a todo el ejército para ir a combatir. “Daniel no le digas a mamá, me voy a Malvinas. Traeme un paquete de cigarrillos y la cámara de fotos”, le dijo Fabián a su hermano por teléfono.

A las dos de la tarde lo llevaron al Palomar, los subieron a un Boing 707, y partieron: el 15 de abril a la medianoche pisó Malvinas por primera vez. “Yo estaba en la parte de comunicación. Las líneas eran a los pozos de zorro, por teléfono magneto. Los kelpers eran nuestros peores enemigos, difundían nuestras posiciones y les cantaban el tipo de armamento y defensa”, recuerda.

El clima previo a la guerra pasó del repudio a Galtieri y un ferviente pedido de restitución de la democracia, al grito de “viva la patria”. “Era como la Selección Nacional o haber ganado un Mundial. Sin saber a donde se iba, yo también dije en ese momento: ¡qué bueno! Recuperamos Malvinas”, agrega.

El soldado tuvo un heroísmo grande. Del otro lado tuvimos un enemigo superior. Uno empieza a sufrir la falta de alimento, 74 días con el mismo pantalón, dos pares de medias, mismo calzoncillo y misma remera que era la que usábamos en Palermo, no era para una zona fría, con veinte grados bajo cero. Con un equipo profesional hubiese sido otra cosa”, lamenta Fabián.

Ser prisionero de los ingleses en la Guerra de Malvinas

El 14 de junio Fabián fue tomado prisionero por los ingleses: esa noche y la anterior, nadie durmió. A las cinco de la mañana los ingleses estaban a menos de 400 metros de Puerto Argentino. Mario Benjamín Menéndez, militar y gobernador del archipiélago durante el conflicto bélico, optó por la rendición.

La posguerra es un trance más duro que la guerra misma”, dice el excombatiente. La primera noche en su casa, la mamá lo esperó con su comida preferida, canelones. Lo fueron a visitar, los vecinos del barrio, tías, primos. “Me acuesto, a las tres de la mañana y siento una turbina de avión –vivían en una zona de casas bajas, muy cercana al aeropuerto internacional de Ezeiza- y salto de la cama. Era instantáneo. Son hábitos que aprendes en la guerra, pero después tenés que tratar de ser un tipo normal”, dice.

Las cartas, una bocanada de aliento para los soldados argentinos

“En la guerra existió lo que se llamaba, la carta al soldado desconocido. Era una carta que te podía mandar cualquier persona. El soldado, si podía, la contestaba. Yo recibí esa, era de una escuela rural de Mendoza, la respondí dejando un contacto. Cuando termina la guerra estaban en la duda de si estaba vivo o no. El 24 de junio, al segundo o tercer día que estaba de vuelta, llamaron a mi casa y atiendo yo. Del otro lado, la directora del colegio, me estaba invitando e insistía, en que viaje para allá, que me querían conocer”, recuerda.

“Nos fuimos a Mendoza y ahí pasó lo que tenía que haber pasado el 20 de junio cuando volvimos. En el avión viajábamos cinco personas. Cuando abren la escotilla, vimos una cantidad de gente impresionante, con carteles y todo. Yo no podía creer que estaban ahí por nosotros. ¡Había ido todo el pueblo a recibirnos! Todos querían llevarnos a sus casas. ¡Esos días engordé como 45 kilos! Era levantarse y desayunar con una familia, charlar en distintos colegios. Ese fue mi reconocimiento de la gente, por el esfuerzo de haber estado en la guerra”, dice y la voz se le quiebra.

Fabián sosteniendo la bandera nacional en un acto en conmemoración a los ex combatientes.
Fabián sosteniendo la bandera nacional en un acto en conmemoración a los ex combatientes. Foto: Fabián Volonté

Cuando regresó, Fabián tenía en claro que quería dedicarse a lo que le gustaba, los autos, entonces decidió meterse de lleno en el taller de su papá.

La guerra de la posguerra: no había trabajo para “los locos de Malvinas”

Los meses fueron pasando y los trabajos que otorgaba el Estado a los excombatientes se empezaron a cortar. “Pasamos a ser los locos de la guerra. Cuando vos ibas a pedir laburo, veían que habías estado en la guerra y eras el loco de Malvinas, el trabajo no te lo daban”.

Fabián tuvo una familia que siempre lo contuvo. Sin embargo, otros no tuvieron la misma suerte. A lo largo de estos 40 años vio a algunos de sus compañeros morir a causa de tuberculosis, cáncer, cirrosis y suicidios. “El síndrome postraumático de la guerra, que tuvimos todos, no sabes cuando te puede agarrar, a algunos los afecta ahora, a otros hace cinco años, no sabes cuando llegan los síntomas. Es algo que vos tenés que aprender a controlar”, cuenta.

Una de las salas del Museo de Flores lleva su nombre y expone objetos que trajo de la guerra.
Una de las salas del Museo de Flores lleva su nombre y expone objetos que trajo de la guerra. Foto: Museo de Flores

El Programa de Salud del Veterano de Guerra Bonaerense, cuenta con un espacio en el Hospital Carrillo destinado específicamente a la atención de la salud mental de los veteranos de Malvinas y de todo el grupo familiar.

Fabián forma parte del movimiento M28, que busca mejorar la calidad de vida de los excombatientes. Pensiones, salud, asistencia de todo tipo. Las 22 fotos que tomó con su cámara Kodak durante la guerra fueron donadas, junto a la vestimenta con la que volvió de la guerra, a la sala del Museo de Flores que lleva su nombre. “No volví a Malvinas, lo tengo que hacer”, dice.

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