Opinión: Ética, Ingeniería y Universidad

Para Vía Jujuy, por Gustavo Lores*

Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Jujuy
Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Jujuy

Cuando nos referimos a la Universidad como institución superior, no cabe duda de que la ética debería ser la conducta distintiva en tanto conjunto de costumbres y normas que dirigen o valoran el comportamiento humano en una comunidad, en este caso, en la comunidad universitaria.

La ética se relaciona con el estudio de la moral y de la acción humana. El concepto proviene del término "carácter". Una sentencia ética es una declaración moral que elabora afirmaciones y define lo que es bueno, malo, obligatorio o permitido en lo referente a una acción o a una decisión.

Por lo tanto, cuando alguien aplica una sentencia ética sobre una persona, está realizando un juicio moral. La ética, pues, estudia la moral y determina cómo deben actuar los miembros de una sociedad. Por lo tanto, se la define como la ciencia del comportamiento moral.

Claro que la ética no es coactiva, ya que no impone castigos legales debido a que sus normas no son leyes. La ética ayuda a la justa aplicación de las normas legales en un Estado de derecho, pero en sí misma no es punitiva desde el punto de vista jurídico, sino que promueve una autorregulación.

Esa autorregulación, en el caso de las Universidades Nacionales de Gestión Pública, implica, por un lado, responsabilizarse de los recursos económicos, de la estructura y del capital humano, equilibrar la calidad del servicio educativo que se ofrece, crear un entorno estimulante de trabajo, realizar una contribución a la comunidad en un sentido amplio todo ello considerando la formación de los estudiantes como objetivo central.

Por el otro, implica la obligación de desarrollar en sus alumnos un sentido ético y social que guíe su comportamiento personal y profesional. Supone la formación de una conciencia que permita a las personas actuar coherentemente con ella y responder responsablemente de las decisiones y conductas que lleven a cabo en cualquier ámbito y muy especialmente, aquellas que contribuyan a la justicia social.

El sentido ético es la capacidad de adaptarse, insertarse y orientarse en la existencia moral. Se va forjando a lo largo de diversos procesos y hace referencia a la inclinación positiva hacia el bien moral de uno mismo o de los demás y al sentimiento de deber perseguir ese bien. Por lo tanto, se puede decir que el sentido ético es la capacidad para pensar y actuar según principios de carácter universal que se basan en el valor de la persona y se dirigen a su pleno desarrollo.

El Consejo Federal de Decanos de Ingeniería de la República Argentina (CONFEDI) publicó un Manual con los Nuevos Estándares propuestos para la formación de ingenieros. El autor de la nota, Ing. Gustavo Lores, preside la Comisión de Educación de dicho órgano.
El Consejo Federal de Decanos de Ingeniería de la República Argentina (CONFEDI) publicó un Manual con los Nuevos Estándares propuestos para la formación de ingenieros. El autor de la nota, Ing. Gustavo Lores, preside la Comisión de Educación de dicho órgano.

El aprendizaje de ese sentido ético tiene lugar principalmente en la esfera de la experiencia vivencial de las personas, que deben encontrar razones para sostener sus convicciones morales. La educación de esa esfera vivencial debería ofrecer al estudiante marcos de referencia ineludibles tanto para la construcción de su proyecto de vida personal como para su convivencia como ciudadano.

En una Universidad en la que estructuralmente se desprecia la ética y se privilegia intereses sectoriales, discriminatorios, opresivos, apartados del bien común y del crecimiento armónico de la sociedad, resulta espinoso para el estudiante fortalecer su carácter.

El desarrollo de la competencia del sentido ético en los alumnos universitarios está pensado para que cumpla determinadas funciones, entre otras: 1) propiciar una actitud reflexiva y crítica, acostumbrando a los estudiantes a no aceptar ninguna idea, hecho o valor si no es a partir de un análisis crítico y reflexivo riguroso; 2) potenciar la capacidad de pensar de modo coherente, usando la razón como instrumento de diálogo; 3) aprender a pensar de modo autónomo, adoptando ante los problemas una actitud personal; 4) integrar en una visión de conjunto la diversidad de conocimientos, creencias y valores; y 5) valorar la capacidad normativa de la ética como instrumento de transformación y cambio.

La competencia de sentido ético tiene representación práctica en la voluntad de realizarse en la vida moral concreta de la persona, del ciudadano y del profesional. Alcanza, por tanto, las esferas personal, social y profesional de los estudiantes. Posibilita el afianzamiento de valores y actitudes como la autonomía, la responsabilidad, la cooperación, el respeto mutuo, la integridad y la sensibilidad social. Es necesario que, a través del desarrollo de esta competencia, la profesión pueda quedar integrada como un elemento más del proyecto personal de cada estudiante. Se trata de que sea capaz de integrar la profesión desde su propio proyecto de vida personal y valorar aquellos aspectos éticos que conforman su propia identidad profesional.

No obstante, esta dimensión normativa debe ser vista dentro de un horizonte más amplio, que es el de la propia justicia social. Los estudiantes universitarios, por la compleja socialización ya recibida y por la edad, tienen en general un sistema básico y estable de opciones morales. A pesar de esto, se puede hacer una labor importante a través de esta competencia ayudándole al discernimiento crítico, la adecuada jerarquización, sistematización, fundamentación y ampliación de su esquema moral y al replanteo de alguna de sus convicciones básicas.

Enseñar y aprender el "sentido ético" no es tarea fácil. Requiere de condiciones globales e integrales entre todas las asignaturas que conforman el currículo de cada carrera y un clima en el aula complicados de conseguir.

Por ello, si se persigue que los estudiantes adopten una actitud crítica y reflexiva, se les debe dotar de criterios, habituándoles a exigir de las teorías o de los hechos un grado suficiente de evidencia o de necesidad; si los estudiantes han de aprender a razonar, deberán conocer, al menos de modo práctico, las principales reglas de la argumentación racional; si deben aprender a pensar de modo autónomo, se deberá exigir que traten de fundamentar lo que digan o escriban; y si finalmente, se quiere que la formación ética les sirva para alcanzar una concepción integrada de la realidad, deberá proporcionarles una visión global del papel que desempeñan los distintos saberes y creencias, así como la organización sistemática del propio quehacer ético.

El 6 de junio de 2018 fue presentado a las autoridades educativas de la Nación por el Consejo Federal de Decanos de Ingeniería de la República Argentina (CONFEDI) un Manual con los Nuevos Estándares propuestos para la formación de ingenieros. Entre las competencias de egreso a garantizar por la Institución Universitaria figura la de actuar con ética, responsabilidad profesional y compromiso social, considerando el impacto económico, social y ambiental de su actividad en el contexto local y global.

Esta competencia requiere la articulación efectiva de diversas capacidades, entre las cuales se puede detallar: actuar éticamente, comprender la responsabilidad ética de sus funciones, identificar las connotaciones éticas de diferentes decisiones en el desempeño profesional, comportarse con honestidad e integridad personal, respetar la confidencialidad de sus actividades, reconocer la necesidad de convocar a otros profesionales o expertos cuando los problemas superen sus conocimientos o experiencia, actuar con responsabilidad profesional y compromiso social, comprender y asumir los roles de la profesión, considerar los requisitos de calidad y seguridad en todo momento, aplicar las regulaciones previstas para el ejercicio profesional, comprender y asumir las responsabilidades de los ingenieros en la sociedad; poner en juego una visión geopolítica actualizada para encarar la elaboración de soluciones, proyectos y decisiones; anteponer los intereses de la sociedad en su conjunto a intereses personales, sectoriales, comerciales o profesionales, en el ejercicio de la profesión; evaluar el impacto económico, social y ambiental de su actividad en el contexto local y global; reconocer que la optimización de la selección de alternativas para los proyectos, acciones y decisiones, implica la ponderación de impactos de diverso tipo, cuyos respectivos efectos pueden ser contradictorios entre sí; considerar y estimar el impacto económico, social y ambiental de proyectos, acciones y decisiones, en el contexto local y global.

Es uno de los desafíos que tenemos por delante los docentes de Ingeniería.

(*) Decano de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Jujuy