A un año del Quedate en Casa: mendocinos reflexionan sobre los primeros días de encierro

Cuatro personas de distintos puntos de Mendoza recuerdan su experiencia del comienzo de la pandemia y como siguió todo en sus vidas durante esos largos meses de encierro.

Se cumple un año del decreto que estableció el aislamiento en Mendoza.
Se cumple un año del decreto que estableció el aislamiento en Mendoza.

Este 20 de marzo se cumple un año de la publicación del Decreto 297 de Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio en nuestro país. Se cumple un año del día que el gobierno nacional decidió tomar medidas extremas en el país por la pandemia provocada por el coronavirus.

La declaración del ASPO fue una decisión gubernamental que nos afectó en todas las maneras posibles. Con el propósito de detener posibles colapsos hospitalarios y miles de muertes de personas residentes en Argentina, fuimos recluidos a nuestros hogares.

Desde aquel 20 de marzo, toda nuestra vida fue obligada a rondar en nuestras casas: el trabajo, escuela, tiempos de ocio, ejercicio físico y todas las actividades que diaria y comúmente llevábamos a cabo debía realizarse en un solo espacio.

Seguramente durante esos días escuchamos la frase “quedate en casa” mil veces y fuimos recordados de solamente salir para lo esencial para cuidar de nuestra salud y de nuestros familiares.

Probablemente, cuando se anunció que Argentina entraría en cuarentena por 14 días, todos pensamos que serían días para descansar, ponerse al día con el estudio, disfrutar de la familia, etc. Pero la realidad cambió rápidamente cuando la ASPO se convirtió en largos meses de encierro.

Para conocer con más detalles la realidad de los mendocinos durante esos primeros días, desde Vía Mendoza dialogamos con cuatro mendocinos. Estas personas viven en diferentes puntos de Mendoza y cada uno de ellos vivió la cuarentena desde maneras muy distintas.

La retrospectiva de cuatro mendocinos

Ellos son hombres y mujeres de distintas profesiones, variadas edades y situaciones sociales. Ahora que se analizan nuevas restricciones para minimizar el impacto de la segunda ola, ellos reflexionaron sobre lo que vivieron, desde sus zapatos, los primeros días del Aislamiento Social y Obligatorio.

Quienes nos brindaron sus vivencias fueron 4 personas: Verónica Moyano, docente y mamá de tres nenas; David Coronel, un pastor de una iglesia en Rivadavia; Celina Farias, una estudiante universitaria; y Rossana Rada, una mujer que es dueña de un almacén de barrio.

Cada uno de ellos vivió el aislamiento de maneras totalmente diferentes, porque cada uno de ellos se encuentran atravesados por distintas realidades y circunstancias.

Aún así en todos reinó la incertidumbre los primeros días. Esas dos primeras semanas estuvieron llenas de interrogantes, sobre lo que iba a suceder en sus vidas, a nivel país y mundo. Pero, ninguno se imaginó que la situación se iba a extender tanto en el tiempo y que un año después seguiríamos en pandemia.

Verónica, y sus malabares entre ser madre y ser docente

Verónica Gauna es una madre de tres niñas y docente en una escuela de Maipú. Ella nos contó que desde el momento que se enteró de la situación, sintió incertidumbre: “No sabíamos que iba a pasar, fueron momentos cargados de preguntas y la necesidad de encontrar respuestas y soluciones rápidas y que a la vez fueran eficientes”.

Verónica y sus malabares entre ser madre y ser docente.
Verónica y sus malabares entre ser madre y ser docente.

Tanto en la escuela como en su casa, manifestó que ya tenían el año organizado y que el aislamiento derrumbó todo lo que ya se había ordenado tan meticulosamente. Con el correr de los días y las extensiones de aislamiento, fue obligada a construir nuevos planes para afrontar la nueva realidad.

En la escuela señalo que “fue de un momento para el otro, en un lapso de dos o tres días”. Todo implicó una gran gestión de directiva y tiempos de investigación y aprendizaje de los docentes. “Creo que no todos estábamos preparados para eso, pero sí creo que todos pusieron muchísimo esfuerzo de su parte. Cada docente no solamente tuvo que invertir sus recursos, sino también que tuvo que aprender en un corto tiempo, sin dejar de dar clases”, explicó Verónica.

Considerando que cada familia vivió un aislamiento diferente, desde el colegio tuvieron que formar varias estrategias para que todos los alumnos pudieran ser contenidos. A raíz de eso, el tiempo de las docentes se desbordó. “Era estar full time para la escuela, no habían fines de semanas”, explicó la maipucina.

Como docente conocía bien la realidad de las familias con la escolaridad virtual, ya que le tocó en casa con sus tres hijas. También flexibilizó sus planes frente a la situación “para poder distribuir los tiempos y espacios en la casa para poder trabajar y que las niñas aprendieran desde casa”.

Verónica y sus malabares entre ser madre y docente.
Verónica y sus malabares entre ser madre y docente.

Uno de sus objetivos fue hacer que el aislamiento fuera lo más llevadero posible para sus niñas. Además de sus tiempos de tareas, la recreación y diversión no podía faltar en el hogar. “No fue fácil y requirió de mucho esfuerzo entre todos. Trabajo en equipo en casa”, concluyó Verónica.

David, y su desafió de reinventar para seguir alentando

David Coronel es pastor de una iglesia en el departamento de Rivadavia y a su vez trabaja en un medio de comunicación. Por su trabajo, su aislamiento no fue tan encerrado, ya que estaba dentro de los trabajadores considerados esenciales. “Me quede al principio, luego después por necesidad tuve que salir a trabajar, cumpliendo con los protocolos y permisos correspondientes”, explicó David.

David y el desafio de reinventar para seguir alentando.
David y el desafio de reinventar para seguir alentando.

El también tuvo que replantear su cronograma anual: “Tuvimos que amoldarnos un poco a la nueva realidad”. Pero señaló que recién cuando comenzaron a subir los contagios pudo dar cuenta de la gravedad de la situación.

Aún así, decidió no darle espacio al miedo en medio. “Estar encerrados con miedo es como un año anulado, entonces traté de verlo por el lado de la fe y creer que ibamos a salir de esta situación”, dijo David mientras explicaba su manera de apaciguar el impacto psicológico que produjo el encierro.

David y su desafió de reinventar para seguir alentando.
David y su desafió de reinventar para seguir alentando.

Ese mismo mensaje de esperanza transfirió a su congregación. Para poder seguir reuniéndose como iglesia, fueron obligados a la virtualidad. Las reuniones se hicieron por los redes sociales, para ser contención y compañía de sus fieles. “Siempre tratamos de inyectarle a la gente fe y confianza de que esto iba a pasar y que las cosas iban a estar bien, y que no perdieran la precaución”, finalizó el pastor.

Celina, un año para estar al día con sus estudios

Celina Farias es una estudiante universitaria de la Facultad de Filosofia y Letras de la UnCuyo. Como los demás, también sintió dudas sobre el futuro cercano y que no iba a durar mucho el encierro, por lo que tomó la primera semana para descansar y preparase para el año lectivo universitario.

Celina, un año para estar al día con sus estudios.
Celina, un año para estar al día con sus estudios.

Al extenderse el aislamiento, se dio cuenta que la situación iba para largo. “Decidí que no iba a frenarme en todo lo que quería hacer y que, ya que tenia la oportunidad de hacer todo lo que quería de manera virtual, iba a sacarle el mayor provecho posible”, detalló la joven.

Mientras muchos vieron el encierro como un tiempo de ocio o de desesperación, ella lo tomó como un tiempo de desafíos: “Vi todo como una oportunidad única para probarme a mí misma que podía superarme. Me sirvió para entender que hay una manera más relajada de organizarnos”.

Celina, un año para estar al día con sus estudios.
Celina, un año para estar al día con sus estudios.

Ella durante esos días Celina reflexionó sobre la necesidad de valorar la vida diaria ya que “de un momento para el otro el mundo se puede para completamente”.

Rossana, firme en su trabajo

Rossana Rada es una mujer que es dueña de un almacén de barrio en Maipú. Ella fue uno de las personas consideradas esencial, por lo que su negocio siguió abierto y su rutina no cambió. “Me sentí útil”, expresó Rossana, recordando los primeros días.

Rossana, firme en su trabajo.
Rossana, firme en su trabajo.

Expresó que en su negocio vivió momentos difíciles donde perdió mercadería. Aún así ella asegura que nunca perdió la tranquilidad y que no lo padeció como otras personas, “Dios siempre me guardó y a toda mi familia”.

Al retrospeccionar el año vivido, señaló que aprendió una gran lección: “Esto me sirvió para valorar más a la vida y aprendí que no todo es trabajar, que la familia hay que disfrutarla”.