Detrás del Orgullo

El joven escritor paranaense, Agustín Artucio Verzeñassi del Azar, reflexiona sobre la conmemoración de este 28 de junio Día Internacional del Orgullo LGTBIQ.

París. (AP)
París. (AP) Foto: LEWIS JOLY

Es 28 de junio de 2022: Día Internacional del Orgullo LGBTIQ+. Hace dos días un hombre entró a un bar LGBT en Oslo, Noruega, mató a 2 personas e hirió a otras 21. Y, en este mismo mes, mientras los empresas decoraban todo con banderas LGBT, 14 países prohibieron una película infantil por contener una escena en la que dos mujeres se besaban. En muchos otros se censuró, por miedo al “adoctrinamiento inclusivo” y lo que dicha imagen podía generar en los menores de edad. Es más, según datos correspondientes a un informe de la ILGA del año 2020, en 69 países todavía se criminaliza la homosexualidad. Siendo en 11 de ellos un delito pasible de pena de muerte. Un dato para remarcar es que 6 de estos 11 son miembros de las Naciones Unidas en la actualidad.

A la par de estas noticias, en internet se puede leer que en Polonia proliferan las “zonas libres de LGBT”; y que, mientras Alemania decidió finalmente prohibir las terapias de conversión, en Indonesia se promueven una vez más. No es de sorprender que, a pesar de los datos anteriores, como cada mes de junio, se siga escuchando la maravillosa pregunta de: ¿y por qué no hay Orgullo Heterosexual?”

Asimismo, se ve una creciente preocupación por el “adoctrinamiento de la inclusión” y por sus “efectos” en los menores. Pero, nadie jamás se preocupó por lo que podía sentir un niño LGTBIQ+ al criarse en un mundo heterosexual ¿no? En el vacío que podía sentir al escuchar que mucho de lo que le explicaban como “normalidad”, a él no le parecía aplicar. La soledad o el precio que tuvo que pagar por ser diferente en una sociedad que no se interesó por enseñarle que su manera de ser no era ni una maldición ni una enfermedad.

El Orgullo nació como rebelión hace más de 30 años atrás a raíz de los disturbios de Stonewall. Y desde entonces, hasta acá, jamás se paró de marchar ni de luchar. Porque se lo debemos a quienes ya no están y a todos aquellos que vienen atrás. Para que se acaben las infancias “malditas”. Las dobles vidas. Y los castigos por ser y por amar.

El Orgullo es por ser libres en un mundo en el que todavía se nos caza. En el que se nos define con palabras que también se usan para insultar.

El Orgullo es por los infiernos por los que muchos de nosotros tuvimos que pasar hasta animarnos a prender fuego esos malditos armarios y salir a luchar y brillar hasta el final.

El Orgullo es por los que perdieron la vida y la siguen perdiendo, por ser diferentes en una sociedad que acepta la violencia pero castiga y rechaza el hecho de que dos mujeres se puedan besar.

No hay Orgullo Heterosexual porque no hay necesidad. No hay mejor respuesta o argumento para dar. El Orgullo viene de la alegría y del valor que sentimos por animarnos a salir a la vida siendo quienes somos en verdad, aun a pesar del miedo y de los riesgos que eso puede implicar.

Recuerdo momentos de mi infancia en los que deseé con todas mis fuerzas ser “normal”. En los que le pedí a Dios que me ayudara y le pregunté qué había hecho para merecerme tal castigo. Llegué a odiarme con el alma. Llevo grabados los comentarios, ciertos ataques, y determinados momentos en los que el miedo pareció paralizarme, en los que hubiese deseado morir y ponerle un final. Sin embargo, crecí, y todo lo que viví me hizo ser quien soy. Encontrar mi voz y poderla desarrollar. Mi orgullo es por estar acá, por haber decidido perdonar todos los daños, por elegir al amor como combustible y porque no me pienso volver a callar.

Ya no hay tiempo para hablar de unos o de otros. Es momento de cooperar, de alzar las mismas banderas, de luchar por el amor y la libertad.

Para que ser uno mismo no salga tan caro.

Para que el amor gane de una vez.

Para que lo “normal” sea ser.

Simplemente ser.

Hasta entonces, cariño, nos toca marchar.

Que los cambios no se dan por si solos.

Todavía nos queda mucho por conquistar.