Opinión. La presidenta interina asistió al acto de Cristina Kirchner

“Cuando estuvimos en el gobierno”, la disociación peligrosa de la vicepresidenta de la Nación en el acto que encabezó para recordar el retorno al país de Juan Domingo Perón.

Cristina Kirchner durante el acto de La Plata.
Cristina Kirchner durante el acto de La Plata. Foto: Clarín

La presidenta interina de la Nación trepó al helicóptero oficial, voló rápido hacia el sur de Buenos Aires, aterrizó en la ciudad de La Plata y asistió de cuerpo presente al discurso de la oradora principal del acto preparado por el peronismo para recordar que hace medio siglo retornaba al país Juan Domingo Perón.

La oradora principal del acto evocó aquel momento, pero su mensaje estuvo centrado en una nostalgia distinta. “Cuando estuvimos en el gobierno” ocurrió esto y aquello, describió para la multitud que colmó el estadio. Su hijo, ataviado para la ocasión al estilo Gómez Bolaño, saltaba medroso en las tribunas para arengar la aprobación general.

Con cautela, la oradora Cristina Kirchner evitó que por alguna fisura del discurso se filtrara la presencia de la mayor autoridad convocada por el acto: Cristina Kirchner, en ejercicio de la presidencia por la ausencia de Alberto Fernández. Es decir: que se colara el Gobierno.

Esta disociación psicopática en la cima del poder es el nuevo experimento político que está proponiendo Cristina Kirchner como última apuesta para su supervivencia política ante el fracaso ostensible de un experimento anterior, también de su autoría, la presidencia delegada en Alberto Fernández. La impostura ha crecido en un ciento por ciento desde esa experiencia anterior. Podría conjeturarse: al ritmo de la inflación.

“Luche y vuelve”, fue la consigna con la cual sus seguidores convocaron al acto. Con un doble sentido cándido. Esa era la consigna que impulsaba el regreso de Perón y es la idea que hoy se agita para que Cristina vuelva a su gobierno en las próximas elecciones. La genialidad se le ocurrió a la dirigencia de La Cámpora, descripta en estos días con brevedad administrativa por el politólogo Federico Zapata: “Opositores con goce de sueldo”.

Disociación peligrosa

El mecanismo de disociación no sólo es propuesto como fórmula imaginativa para la próxima articulación electoral del oficialismo -lo cual correría por cuenta de la atracción por el absurdo de una fracción política- sino como mecanismo de vinculación de todo el oficialismo con el sistema institucional.

Esta reducción al absurdo pudo observarse en dos momentos de Cristina Kirchner. La oradora de La Plata se presentó en su discurso como una política preocupada por la ausencia de diálogo democrático. Horas antes, la presidenta interina mandó a votar en el Senado una decisión totalmente opuesta, como un desvarío ilógico.

El Frente de Todos votó férreamente unido una respuesta al fallo de la Corte Suprema de Justicia que objetó la artimaña haber elegido representantes para el Consejo de la Magistratura como si el Frente de Todos estuviese férreamente dividido. La excusa de los senadores que votaron eso fue que estaban defendiendo de manera unánime el derecho del Senado a organizarse sin interferencia de ningún otro poder. Todo el Senado -dice el oficialismo- de manera unánime. Pero sin que participe la oposición.

La Corte Suprema de Justicia debe estar agradecida por ese voto del Frente de Todos que confirmó con lujo de detalles lo atinado de su sentencia. Y el senador cordobés Luis Juez por la vasta campaña gratuita que el kirchnerismo le está haciendo en su favor. La única lógica subyacente en el desacato de Cristina Kirchner a un fallo del máximo tribunal de la Nación es que está preparando el terreno para la condena que se ve venir en diciembre. Ante la cual sólo puede asistirla una deslegitimación amplia y genérica de cualquier vecino que recuerde una toga.

La disociación de las dos Cristinas que se ha proclamado como nuevo experimento electoral desde La Plata choca de frente con otras lógicas más rigurosas. Una a la que debería prestarle atención, considerando la gravedad de la crisis social, es la que expresó la conducción del episcopado católico. La Iglesia dijo que no se sumará a ninguna mesa de diálogo si el gobierno no dialoga consigo mismo y con la oposición.

¿Guzmán era la pared?

La duplicidad impostada del kirchnerismo también fue señalada en su primera aparición pública tras su renuncia por el exministro Martín Guzmán. Dijo algo que por primera vez sincera una sinuosa abstención de Cristina, la más valorada por sus seguidores. Guzmán reveló que durante la negociación con el FMI Cristina se corrió a un costado -ya es sabido- pero dejándolo a él como el más duro a la izquierda frente al Fondo. Guzmán señala que Cristina siempre quiso el ajuste ordenado por el Fondo, pero no quería pagar el costo simbólico. Por eso ahora mira para otro lado con la gestión de Sergio Massa.

Esta revelación de Guzmán es particularmente oportuna porque a Massa lo están elogiando desde el FMI sin que Cristina se queje, pero su tiempo como ministro de control de la última corrida cambiaria parece estar terminando. El dólar ha vuelto a despertarse porque a Massa le está pasando lo que Guzmán admite como último recuerdo ingrato de su gestión. El mercado de deuda en pesos cree que los compromisos que emite Massa son -como dijo esta semana la consultora S&P- tan riesgosos como la deuda del país en dólares, que no tiene.

Es lo que advirtió sobre el horizonte cercano el viceministro Gabriel Rubinstein: hay una brecha insostenible sin devaluación, o una devaluación con rodrigazo, dando saltitos en el paraavalanchas.