Emprendedoras cambiaron su producción de ropa de trabajo por materiales de protección del coronavirus

Oreja de negra es una cooperativa textil que durante la emergencia sanitaria produjeron 21.000 barbijos. También botas, camisolines y otra indumentaria de bioseguridad que compraron empresas para su personal o para donar.

Oreja de negra
Oreja de negra

La historia de Oreja de Negra merece ser contada. Por varios motivos. Pero, en estos tiempos de pandemia, en donde el virus ha sacado lo mejor y lo peor nuestro, sin lugar a dudas, ellas lo han hecho mejor.

Un grupo de 40 mujeres que se encontraba desempleada, pero con conocimientos de costura, se sumaron a un programa municipal: "Cadenas de Valor Inclusiva". Comenzaron siendo una asociación civil, hace tres años. "Trabajábamos en talleres productivos de la Municipalidad en barrio Zazpe, 2 de abril y Barranquitas. Varias trabajaban en sus propias casas. Queríamos trabajar, pero se nos iban presentando más problemas que soluciones. Llegar al trabajo formal no era sencillo. Se nos hizo dificil. Y por eso, nos transformamos en una cooperativa", cuenta Graciela Meolans, la ahora presidenta de la cooperativa de trabajo, que se terminó de formalizar hace algunas semanas.

"Veníamos bien, pero la pandemia nos cambió los planes que teníamos", dijo. Parte de ese cambio era la posibilidad de que dejen de trabajar cada una en sus casas, para pasar a estar en un espacio dentro del DIAT, en el barrio 2 de abril. Estaba previsto para febrero y aún no tiene fecha.

La producción textil estaba vinculada a la ropa de cama y principalmente, de trabajo. "Estábamos desarrollando un proyecto propio, que era un ambo médico. Pero la pandemia nos llevó para otro lado", dijo Graciala. Ese lado fue indumentaria dedicada a la protección del COVID-19.

"Nos dedicamos exclusivamente a los barbijos durante un montón de tiempo. Era lo que se necesitaba. Cambiamos absolutamente la logística, porque solo una persona tenía permiso de circulación y buscaba todo el trabajo que cada una de las chicas hacía en su casa. Nos cambió muchísimo la forma de trabajar. Pero todas colaboraron para que esto funcione bien", agregó Graciela. "No tengo la cifra exacta, pero hicimos cerca de 21.000 barbijos", relató.

Además de estos elementos, realizaron batas, botas quirúrgicas y cofias. "Ahora estamos haciendo frazadas", agregó. "Trabajamos muchisimo. Estamos muy agradecidos a las chicas. Tenemos algunas que están haciendo milagros, porque nos quedamos todas en casa y algunas están cociendo en la mesa de su casa, con una máquina familiar y es muy dificil. Y están produciendo 500 barbijos semanales. Es todo un logro", destacó.

¿Adónde va la producción? "Una parte la hicimos de forma solidaria. Después fueron surgiendo trabajos de empresas privadas, que nos encargaban y se lo entregábamos a ellos. Austin Powder, por ejemplo, nos pidió 1.000 barbijos, 1.000 pares de botas, 1.000 batas y 1.000 cofias que donó después. Rafaela Alimentos hizo una compra muy importante de barbijos para el personal. Después surgió un trabajo desde la Provincia, para hacer barbijos. Fue la semana pasada. Ahora estamos haciendo frazadas, para donaciones que hace la Municipalidad", respondió Graciela.

¿Cambió la forma de producir por la pandemia? ¿Hay protocolos? "Sí. sobre todo, tenemos que tener mucho cuidado en la limpieza de la máquina y de la zona en donde se va a producir, porque se va a utilizar el material en momentos importantes de la pandemia. Las chicas desinfectan sus máquinas con dilución de alcohol. Tenemos hecho una especie de cerco. Y ellas, en sus casas, organizan así en sus propias viviendas. Mi casa es el lugar en donde se concentra todo lo producido. Es casi un quirófano, porque se desinfecta todo antes de salir", completó.