De qué se trata eso de amar

En el día en que celebramos el amor, Agustín Artucio Verzeñassi del Azar nos regala una reflexión sobre esta fecha tan especial y nos narra una historia familiar que deja una gran lección.

La reflexión dominguera de Agustín Artucio Verzeñassi del Azar
La reflexión dominguera de Agustín Artucio Verzeñassi del Azar Foto: Vía Paraná

Más allá de si es un día comercial o no, es domingo 14 de febrero.

Sí, es un día más.

Pero de verlo así, todos son “un día más”. Pues, vos elegís a cuáles darle importancia y a cuáles no.

Sin embargo, es una buena oportunidad para pensar un poco en el amor y en lo vital que es tenerlo alrededor.

No creo en almas gemelas o en amores de la vida.

Creo en el amor como elección.

En el amor como libertad.

Como motor y motivación.

Que, al final de cuentas, las cosas más locas se hacen por amor.

Bueno, puede que las más terribles también.

Y no, no necesitás una mitad.

Porque no estás incompleto.

En vos está todo lo que necesitas.

Pero tener con quien compartir tus días es hermoso.

Hay pocas cosas tan placenteras e intensas como estar enamorado de quien te ama.

Como mirar a unos ojos y sentir que se tocan dos almas.

Es San Valentín y quiero compartirte una historia para que reflexionemos sobre el amor.

Mi papá ama los pájaros.

Cuando era chico teníamos muchos.

También rescataba esos que caían lastimados en el jardín.

Los cuidaba hasta que pudieran volar de nuevo y los dejaba ir.

Una vez lo ayudé con uno.

Fueron un par de meses, pero, ese pájaro en particular me enamoró.

Y de pronto, inesperadamente, llegó el día de soltarlo.

Ya estaba bien.

Ya podía volar.

No había razones para quedarme con él.

Mi ciclo en su vida se había cumplido.

Entonces, mi papá me miró animándome a que lo liberara.

Yo lo tenía aferrado entre mis manos.

El ave, por su parte, me miraba sin entender qué era lo que estaba esperando.

Finalmente, respiré hondo, abrí ambas palmas y lo dejé ir.

Voló lejos. No miró atrás.

Tal vez para mi papá esto no fuera más que una lección de cuidados de animales.

Pero fue mucho más.

Él salvaba pájaros cada vez que podía. Los alimentaba, cuidaba y liberaba cuando estaban listos para volver a volar.

Hoy, años después, pienso en esta anécdota y en el pájaro que solté después de haber cuidado y amado por un tiempo.

Finalmente soy capaz de entender que, más que una lección de veterinaria, mi papá

me estaba enseñando como funciona eso de amar.

Que cuando uno se entrega no lo hace esperando algo a cambio.

Y que cuando uno ama no significa ni que el otro va a amarlo de la misma manera ni que es de su pertenencia.

Amar es estar dispuesto a cuidar de un pájaro mal herido hasta que se ponga bien.

Encariñarse con él y, aún así, darle el empujoncito necesario para que vuelva a volar cuando sea el momento indicado.

Porque amar jamás va a tener algo que ver con enjaular.

Amar es el mayor ejercicio de la libertad.

Porque es elegirse mutuamente a diario.

Es decidir a quién vas a dejar entrar.

Amar también es dejar ir.

Pero, cariño, para que todo esto funcione, primero tenés que enamorarte de vos.

Eso es lo difícil, que luego amar a otros sale casi como respirar.

Feliz San Valentín